Llegué a Nuestra Señora de las Nieves en el verano de tercero de Medicina con 21 años, llegué por una amiga que tenía un tío psiquiatra, me abrió las puertas, me acogió y junto a él me acerqué por vez primera a la locura. Un verano agradable donde durante unos dos meses estuve yendo desde mi pueblo a Vitoria de Lunes a Viernes en un seiscientos, al ir por la mañanita temprano llegaba en media hora, al volver tardaba casi hora y cuarto pues con el calor del mediodía el coche se calentaba e invariablemente debía parar a la sombra de un puente.
Aquellas mañanas junto a aquel psiquiatra el Dr. Bruno Rueda, al que nunca agradeceré lo suficiente haberme acogido como estudiante, resultaron decisivas, fue como entrar en un mundo donde uno siempre quiso estar. Todo novedad, todo extraño y sin embargo atrayente. Al finalizar aquel verano no tenía ya la menor duda: quería ser psiquiatra.